Día 1: El Puerto de Santa María-Tarifa-Tánger-Khenifra
Nos levantamos temprano en el Puerto, son solo la 6:45 y nos queda mucho camino por delante. Después de un rápido desayuno, nos disponemos a bajar las motos de la furgoneta, y a distribuir la carga en ellas. A las 8:30 partimos hacia Tarifa.
Poco después de embarcar en el Ferry, y a pesar de que la mar esta tranquila, me empiezo a dar cuenta de no estoy hecho para ir en barco. Intento no pensar en ello, y a llevar mi mareo como pueda, mientras Paco, me cuenta sus batallas en la mili sirviendo en un buque, para que me distraiga y no desperdicie el desayuno que tome, estampándolo como cuadro moderno, en el primer wc que encuentre.
Llegamos a Tánger, y en la hora que perdemos en la aduana, mi cuerpo se recupera. Los tramites en la aduana, cuanto menos son “diferentes” que en otros países, y al final con una “propina”, conseguimos no perder más tiempo y continuar con el camino.
El tráfico en Tánger es caótico. Intentamos perder el mínimo de tiempo posible, y buscamos rápidamente la autopista de la costa. Queremos llegar antes de que anochezca a nuestro destino, y decidimos no parar a comer. Son las 13:00 hora local, y los kilómetros se empiezan a acumular. A la altura de Khemisset, decidimos abandonar la aburrida autopista, y encaramos una bonita carretera que nos llevara a la cordillera del Atlas. Los paisajes van pasando, y descubrimos tierras fértiles, pequeños pueblos, con gentes que nos saludan al paso de nuestras motos. Cuando la carretera empieza a subir, se revira y retuerce. Nos estamos divirtiendo, encadenamos curva tras curva, y aunque nuestras motos se muestran un poco pesadas (las llevamos cargadas con 20 Kilos), disfrutamos enormemente de las curvas, y ese paisaje verde, que por momentos te hace pensar si no estas al norte de España, y no en el centro de Marruecos.
Para nuestra sorpresa, la carretera se convierte en una pista sin asfaltar, cuando aun quedan 35 Km., para que conecte con otra que nos dejara en nuestro destino. Estamos enormemente cansados ya que llevamos cerca de 7 horas en moto, pero debajo de nuestros cascos, la sonrisa se nos torna en nuestro rostro. Agarro con fuerza el manillar, me levanto de mi asiento, aprieto con ganas el acelerador y levanto una nube de polvo y arena a mi paso. El terreno se torna más árido, y hay tramos con pequeñas trialeras, provocadas por las lluvias. Vadeamos arroyos, y nos acostumbramos a manejar estas motos con unos cuantos kilos de mas. No se muestran tan nerviosas, como cuando salimos a dar una vuelta los fines de semana, pero ahí que tener mas cuidado a la hora de coger ciertas curvas, ya que tampoco se muestran muy ágiles.
Termina la pista, solo nos quedan 40 Km. para Khenifra. Llegamos cuando esta anocheciendo, estamos cansados, y buscamos un hotel donde poder descansar, y deja nuestras monturas vigiladas. Salimos a buscar algo de cenar, ya que no hemos comido en todo el día, y a descansar que todavía nos quedan muchos kilómetros por delante.
Día 2: Kenifra-Tinerhir
Nos levantamos al salir el sol, y empezamos a recoger nuestros bártulos. Hablamos de las curiosidades del viaje, y preparo el GPS, para que me guie en el camino, ya que hay poca señalización. Cargamos nuestras motos y buscamos un sitio donde desayunar.
Té y biscocho. El té es buenisimo, esta muy dulce, y la hierba buena da mucho frescor.
Buscamos donde repostar, y partimos.
Subimos por las montañas, las carreteras son reviradas y los paisajes nos impresionan, hasta tal punto que me despisto y me equivoco de camino. Esto provoca que perdamos casi una hora en los 80 Km que nos cuesta recuperar la ruta correcta. Pero las vistas de la cordillera del Atlas, con sus cumbres nevadas, merecen la pena.
Una vez retomada la ruta correcta, continuamos por una bonita carretera, que nos hace navegar por valles de inmensa belleza. Algunos de ellos con pequeños lagos y lagunas, a mas de 1800 metros de altitud.
Según vamos avanzando y subiendo, todo se torna mas arido, cambia el terreno, notamos que nos estamos acercando al desierto.
Seguimos nuestro camino, a veces la carretera esta alfastada, otras veces es una simple pista de arena. Cada vez que atravesamos los pequeños pueblos, hechos de casas de adobe, tenemos que intuir el camino, ya que tenemos que pasar por calles estrechas.
En lo mas alto de nuestra travesia, a mas de 2600 metros sobre el mar, la sensación de paz que nos invade, hace que agamos una pequeña parada para poder escuchar el silencio.
Bajamos, por una bonita y muy empinada carretera, que nos hace extremar nuestra precauciones. Ademas, la gente aquí conduce de una forma un poco “relajada”, y no sabes por que carril te van a salir. Nos caen unas gotas de lluvia, pero se queda solo en eso, menos mal.
Llegamos a la garganta del Todra. Te impresionan las paredes de roca por lo alto de nuestras cabezas, no hay palabras para describir las imágenes que vemos.
Al salir de la garganta llegamos por fin a Tinerhir, buscamos donde alojarnos, y damos con la casa de Jemsbond. La hospitabilidad Bereber, es conocida en el mundo entero, y ahora comprendemos porque, te ofrecen lo poco que tienen, son gente muy acogedora, que te trata como uno mas de su familia cuando estas entre ellos. Té, datiles, mane, la mejor miel que halla probado, la bienvenida es tremenda. Despues de una ducha, me piden que si les puedo ayudar, alargando a uno de sus hermanos al mercado para hacer unas compras. La alegria del chico al ir en la moto es tremenda, y se dedica a saludar a todo el mundo. Buscamos pan, pollo, y naranjas y volvemos, al rato cenamos una exquisita Timba de verduras con pollo.
Y empieza la fiesta, tocan los tambores y cantan, se nota que les agrada nuestra precencia, nos reimos y cantamos tambien nosotros. Hablamos y hablamos, y me cuentan que el pueblo Bereber pertenece a la tierra y a las montañas, que no sabe de fronteras, ya que siempre a estado viajando y viajando. Tampoco entienden de religiones, ellos hablan con el viento, con las montañas, y con el desierto. Seguimos charlando y charlando, y el cansancio hace mella, ya es hora de ir a descansar. Esta noche nunca la olvidare.
Dia 3: Tinerhir-Merzouga
Nos levantamos temprano en el Puerto, son solo la 6:45 y nos queda mucho camino por delante. Después de un rápido desayuno, nos disponemos a bajar las motos de la furgoneta, y a distribuir la carga en ellas. A las 8:30 partimos hacia Tarifa.
Poco después de embarcar en el Ferry, y a pesar de que la mar esta tranquila, me empiezo a dar cuenta de no estoy hecho para ir en barco. Intento no pensar en ello, y a llevar mi mareo como pueda, mientras Paco, me cuenta sus batallas en la mili sirviendo en un buque, para que me distraiga y no desperdicie el desayuno que tome, estampándolo como cuadro moderno, en el primer wc que encuentre.
Llegamos a Tánger, y en la hora que perdemos en la aduana, mi cuerpo se recupera. Los tramites en la aduana, cuanto menos son “diferentes” que en otros países, y al final con una “propina”, conseguimos no perder más tiempo y continuar con el camino.
El tráfico en Tánger es caótico. Intentamos perder el mínimo de tiempo posible, y buscamos rápidamente la autopista de la costa. Queremos llegar antes de que anochezca a nuestro destino, y decidimos no parar a comer. Son las 13:00 hora local, y los kilómetros se empiezan a acumular. A la altura de Khemisset, decidimos abandonar la aburrida autopista, y encaramos una bonita carretera que nos llevara a la cordillera del Atlas. Los paisajes van pasando, y descubrimos tierras fértiles, pequeños pueblos, con gentes que nos saludan al paso de nuestras motos. Cuando la carretera empieza a subir, se revira y retuerce. Nos estamos divirtiendo, encadenamos curva tras curva, y aunque nuestras motos se muestran un poco pesadas (las llevamos cargadas con 20 Kilos), disfrutamos enormemente de las curvas, y ese paisaje verde, que por momentos te hace pensar si no estas al norte de España, y no en el centro de Marruecos.
Para nuestra sorpresa, la carretera se convierte en una pista sin asfaltar, cuando aun quedan 35 Km., para que conecte con otra que nos dejara en nuestro destino. Estamos enormemente cansados ya que llevamos cerca de 7 horas en moto, pero debajo de nuestros cascos, la sonrisa se nos torna en nuestro rostro. Agarro con fuerza el manillar, me levanto de mi asiento, aprieto con ganas el acelerador y levanto una nube de polvo y arena a mi paso. El terreno se torna más árido, y hay tramos con pequeñas trialeras, provocadas por las lluvias. Vadeamos arroyos, y nos acostumbramos a manejar estas motos con unos cuantos kilos de mas. No se muestran tan nerviosas, como cuando salimos a dar una vuelta los fines de semana, pero ahí que tener mas cuidado a la hora de coger ciertas curvas, ya que tampoco se muestran muy ágiles.
Termina la pista, solo nos quedan 40 Km. para Khenifra. Llegamos cuando esta anocheciendo, estamos cansados, y buscamos un hotel donde poder descansar, y deja nuestras monturas vigiladas. Salimos a buscar algo de cenar, ya que no hemos comido en todo el día, y a descansar que todavía nos quedan muchos kilómetros por delante.
Día 2: Kenifra-Tinerhir
Nos levantamos al salir el sol, y empezamos a recoger nuestros bártulos. Hablamos de las curiosidades del viaje, y preparo el GPS, para que me guie en el camino, ya que hay poca señalización. Cargamos nuestras motos y buscamos un sitio donde desayunar.
Té y biscocho. El té es buenisimo, esta muy dulce, y la hierba buena da mucho frescor.
Buscamos donde repostar, y partimos.
Subimos por las montañas, las carreteras son reviradas y los paisajes nos impresionan, hasta tal punto que me despisto y me equivoco de camino. Esto provoca que perdamos casi una hora en los 80 Km que nos cuesta recuperar la ruta correcta. Pero las vistas de la cordillera del Atlas, con sus cumbres nevadas, merecen la pena.
Una vez retomada la ruta correcta, continuamos por una bonita carretera, que nos hace navegar por valles de inmensa belleza. Algunos de ellos con pequeños lagos y lagunas, a mas de 1800 metros de altitud.
Según vamos avanzando y subiendo, todo se torna mas arido, cambia el terreno, notamos que nos estamos acercando al desierto.
Seguimos nuestro camino, a veces la carretera esta alfastada, otras veces es una simple pista de arena. Cada vez que atravesamos los pequeños pueblos, hechos de casas de adobe, tenemos que intuir el camino, ya que tenemos que pasar por calles estrechas.
En lo mas alto de nuestra travesia, a mas de 2600 metros sobre el mar, la sensación de paz que nos invade, hace que agamos una pequeña parada para poder escuchar el silencio.
Bajamos, por una bonita y muy empinada carretera, que nos hace extremar nuestra precauciones. Ademas, la gente aquí conduce de una forma un poco “relajada”, y no sabes por que carril te van a salir. Nos caen unas gotas de lluvia, pero se queda solo en eso, menos mal.
Llegamos a la garganta del Todra. Te impresionan las paredes de roca por lo alto de nuestras cabezas, no hay palabras para describir las imágenes que vemos.
Al salir de la garganta llegamos por fin a Tinerhir, buscamos donde alojarnos, y damos con la casa de Jemsbond. La hospitabilidad Bereber, es conocida en el mundo entero, y ahora comprendemos porque, te ofrecen lo poco que tienen, son gente muy acogedora, que te trata como uno mas de su familia cuando estas entre ellos. Té, datiles, mane, la mejor miel que halla probado, la bienvenida es tremenda. Despues de una ducha, me piden que si les puedo ayudar, alargando a uno de sus hermanos al mercado para hacer unas compras. La alegria del chico al ir en la moto es tremenda, y se dedica a saludar a todo el mundo. Buscamos pan, pollo, y naranjas y volvemos, al rato cenamos una exquisita Timba de verduras con pollo.
Y empieza la fiesta, tocan los tambores y cantan, se nota que les agrada nuestra precencia, nos reimos y cantamos tambien nosotros. Hablamos y hablamos, y me cuentan que el pueblo Bereber pertenece a la tierra y a las montañas, que no sabe de fronteras, ya que siempre a estado viajando y viajando. Tampoco entienden de religiones, ellos hablan con el viento, con las montañas, y con el desierto. Seguimos charlando y charlando, y el cansancio hace mella, ya es hora de ir a descansar. Esta noche nunca la olvidare.
Dia 3: Tinerhir-Merzouga
Me levanto al amanecer, ya que preveo un día duro por delante, hoy entramos en el desierto, y creemos que será dura la etapa. La familia que nos acoge, quiere que nos quedemos con ellos, y no para de entretenernos, al final salimos tres horas después de levantarnos, y eso nos pesara después.
Paramos un momento en el pueblo para engrasar las cadenas de las motos y buscamos rápidamente el camino. Después de 30 Km. por asfalto, entramos por fin por pistas.
Rápidamente nos damos cuenta que las “pistas”, no son tales, simplemente seguimos antiguas pisadas, puedes ir por donde quieras, siempre que tengas cuidado, en no coger muchas piedras ni pasar por donde la arena es fina.
Pronto empiezan los problemas, el calor hace mella, y un sol de justicia hace que paremos más de una vez a beber agua. Las pistas se complican, y buscando una sombra donde pararme a beber, tengo la primera caída del día. No pasa nada, levantamos la moto y seguimos. Poco después es Paco quien prueba el polvo, ahí decidimos tomarnos unas chocolatinas ante la mirada de varios dromedarios, que no saben muy bien que pintamos allí.
Continuamos, y cuando llevamos unos 70 Km por pistas nos perdemos, no somos capaces de encontrar la pista que desaparece delante nuestra. Aquí empieza una verdadera odisea. Seguimos por un pedriscal, después nos encontramos a una familia bereber que nos “indican” el camino, por supuesto no lo encontramos, y yo maldigo mi GPS. Seguimos y cruzamos por un arroyo. Como estoy mas pendiente de buscar un camino que de mirar donde esta Paco, lo pierdo. Cuando me doy cuenta, paro y lo llamo por el walkie, pero no responde, vuelvo sobre mis pasos, y me caigo… menos mal, Paco anda solo a 20 metros, aunque no lo veo, solo lo oigo, me levanto y esta detrás de una pequeña duna. Voy para allá andando, y de la nada aparece un bereber, que nos ayuda a sacar la moto de Paco, que esta encallada en la arena. Después me ayuda con la mía, le preguntamos por donde se va a Merzouga, y con gestos nos lo explica… no sirve de nada. Seguimos por donde creemos que es, encontramos una pista y la seguimos, la tarde esta cayendo.
Definitivamente estamos perdidos, pero tenemos suerte, a lo lejos vemos un todo terreno, salimos como correcaminos detrás de el, a su busca. Cuando llegamos a su altura, le preguntamos, y nos dice que por la misma pista que estamos, que sigamos y llegaremos a una carretera. Efectivamente, después de 40 Km, cuando ya pasaba por mi mente que esa noche dormiríamos en el desierto, encontramos la carretera, aceleramos y buscamos nuestro destino, aun nos queda 75 Km.
Llegamos de noche, hoy nos permitimos un lujo, y dormiremos en un buen hotel. La cerveza que me estoy tomando, me sabe a gloria, ¿será el cansancio?
Dia 4: Merzouga
Día 6: Cercanías de Meknes- Tánger
Al poco de emprender la marcha Paco me para y me comenta que baje un poco el ritmo, definitivamente su moto tiene algo roto, el sonido que hace la cadena es horrible, y le cuesta mucho trabajo cambiar de marchas. Cruzar el norte de Marruecos a baja velocidad, hace que te de tiempo a ver, disfrutar de los pasos de las diferentes aldeas, pararnos a tomar tranquilamente té.
Paramos un momento en el pueblo para engrasar las cadenas de las motos y buscamos rápidamente el camino. Después de 30 Km. por asfalto, entramos por fin por pistas.
Rápidamente nos damos cuenta que las “pistas”, no son tales, simplemente seguimos antiguas pisadas, puedes ir por donde quieras, siempre que tengas cuidado, en no coger muchas piedras ni pasar por donde la arena es fina.
Pronto empiezan los problemas, el calor hace mella, y un sol de justicia hace que paremos más de una vez a beber agua. Las pistas se complican, y buscando una sombra donde pararme a beber, tengo la primera caída del día. No pasa nada, levantamos la moto y seguimos. Poco después es Paco quien prueba el polvo, ahí decidimos tomarnos unas chocolatinas ante la mirada de varios dromedarios, que no saben muy bien que pintamos allí.
Continuamos, y cuando llevamos unos 70 Km por pistas nos perdemos, no somos capaces de encontrar la pista que desaparece delante nuestra. Aquí empieza una verdadera odisea. Seguimos por un pedriscal, después nos encontramos a una familia bereber que nos “indican” el camino, por supuesto no lo encontramos, y yo maldigo mi GPS. Seguimos y cruzamos por un arroyo. Como estoy mas pendiente de buscar un camino que de mirar donde esta Paco, lo pierdo. Cuando me doy cuenta, paro y lo llamo por el walkie, pero no responde, vuelvo sobre mis pasos, y me caigo… menos mal, Paco anda solo a 20 metros, aunque no lo veo, solo lo oigo, me levanto y esta detrás de una pequeña duna. Voy para allá andando, y de la nada aparece un bereber, que nos ayuda a sacar la moto de Paco, que esta encallada en la arena. Después me ayuda con la mía, le preguntamos por donde se va a Merzouga, y con gestos nos lo explica… no sirve de nada. Seguimos por donde creemos que es, encontramos una pista y la seguimos, la tarde esta cayendo.
Definitivamente estamos perdidos, pero tenemos suerte, a lo lejos vemos un todo terreno, salimos como correcaminos detrás de el, a su busca. Cuando llegamos a su altura, le preguntamos, y nos dice que por la misma pista que estamos, que sigamos y llegaremos a una carretera. Efectivamente, después de 40 Km, cuando ya pasaba por mi mente que esa noche dormiríamos en el desierto, encontramos la carretera, aceleramos y buscamos nuestro destino, aun nos queda 75 Km.
Llegamos de noche, hoy nos permitimos un lujo, y dormiremos en un buen hotel. La cerveza que me estoy tomando, me sabe a gloria, ¿será el cansancio?
Dia 4: Merzouga
Hoy levantamos un poco mas tarde, el cansancio esta haciendo mella. Salgo de la habitación y frente a mi se encuentra la gran duna, ando hacia ella. Me descalzo, y me doy un paseo en la duna.
Vuelvo a la habitación, y Paco ya se ha despertado, desayunamos y nos preparamos para un día sin carga en las motos, hoy vamos a divertirnos… pero al salir hay tormenta de arena, el tiempo ha cambiado en solo 20 minutos, y el viento que hace es peor que el levante en Cádiz. Decidimos salir, pero al hacer solo 25 Km. empezaron las dudas y temores. No se ve nada, la arena nos entra incluso por dentro de las gafas, y tememos que nos perdamos, o peor que rompamos las motos por culpa de la arena. Cambio de planes. Cogemos la pista que nos lleva a Rissani.
Tenemos la suerte de que hoy es día de mercado de animales en Rissani, damos una vuelta, y después nos dirigimos al mercado tradicional, visitamos varios puestos. Nos paramos en uno de medicina tradicional, nos reciben con agua de rosas para los ojos, esta alivia nuestras pupilas y limpia nuestros parpados de arena. Compramos algunos jabones, tes, aceites, etc. Después entramos en otro puesto, donde comprar algún detalle más para las familias. Es aquí donde perfeccionamos el arte del regateo. Al finar salimos felices, tanto nosotros, como los mercaderes. Compramos algo de carne en un puesto, y pedimos que nos lo hagan a la brasa, en el puesto de al lado.
Es hora de volver al albergue, la tormenta sigue y no queremos que nos caiga la noche. Al caer el sol la tormenta amaina, y podemos ver un cielo hermoso. Cenamos en compañía de Jossef, el dueño del albergue, le preguntamos por el tiempo que va a ser mañana, nos comenta que cuando el sol caliente el aire, volverá la tormenta. Tendremos que cambiar de planes, dejaremos el desierto.
Dia 5: Merzouga- Cercanias de Meknes
Vuelvo a la habitación, y Paco ya se ha despertado, desayunamos y nos preparamos para un día sin carga en las motos, hoy vamos a divertirnos… pero al salir hay tormenta de arena, el tiempo ha cambiado en solo 20 minutos, y el viento que hace es peor que el levante en Cádiz. Decidimos salir, pero al hacer solo 25 Km. empezaron las dudas y temores. No se ve nada, la arena nos entra incluso por dentro de las gafas, y tememos que nos perdamos, o peor que rompamos las motos por culpa de la arena. Cambio de planes. Cogemos la pista que nos lleva a Rissani.
Tenemos la suerte de que hoy es día de mercado de animales en Rissani, damos una vuelta, y después nos dirigimos al mercado tradicional, visitamos varios puestos. Nos paramos en uno de medicina tradicional, nos reciben con agua de rosas para los ojos, esta alivia nuestras pupilas y limpia nuestros parpados de arena. Compramos algunos jabones, tes, aceites, etc. Después entramos en otro puesto, donde comprar algún detalle más para las familias. Es aquí donde perfeccionamos el arte del regateo. Al finar salimos felices, tanto nosotros, como los mercaderes. Compramos algo de carne en un puesto, y pedimos que nos lo hagan a la brasa, en el puesto de al lado.
Es hora de volver al albergue, la tormenta sigue y no queremos que nos caiga la noche. Al caer el sol la tormenta amaina, y podemos ver un cielo hermoso. Cenamos en compañía de Jossef, el dueño del albergue, le preguntamos por el tiempo que va a ser mañana, nos comenta que cuando el sol caliente el aire, volverá la tormenta. Tendremos que cambiar de planes, dejaremos el desierto.
Dia 5: Merzouga- Cercanias de Meknes
Ver salir el sol, por detrás de las dunas, es impresionante. Los cambios de tonalidades de la arena, acompañado de un gran silencio, te conecta con la naturaleza del lugar.
Rápidamente cargamos las motos, y partimos, empieza ha hacer viento, y queremos llegar a Fes. Cogemos la pista de Efroud, al llegar buscamos un taller. En el taller hay 8 motos aparcadas, nos bajamos, y para nuestra sorpresa esas motos son de gente de Córdoba. Charlamos con ellos, del camino, las pistas, las caídas, y los problemas mecánicos. Tengo roto un reten de la horquilla, y Paco tiene problemas con la caja de cambios. Nos limpian y engrasan la cadena, y ante la imposibilidad de que nos reparen las motos esa mañana, ya que el taller tiene mucho trabajo, cogemos camino de Fes.
Empieza la odisea. El viento se vuelve insoportable, las ráfagas mueven las motos, de lado a lado de la carretera. Al llegar a la cordillera del Atlas, la temperatura baja bruscamente. Cuando el termómetro de mi moto marca 3 grados, empieza a llover con fuerza, paramos para ponernos los impermeables, y echamos a temblar ante la posibilidad de que nos nieve. Estamos cansados, llevamos mas de cinco horas luchando contra el viento, y ahora la lluvia y el frío. Al llegar a la zona mas alta de la cordillera paramos para un café, estamos congelados, decidimos intentar llegar a Meknes, que esta a solo 120 Km. Fes lo dejaremos para otro viaje. Los paisajes que vemos camino a Meknes, son increíbles, Paco me comenta que le recuerdan a Bélgica, las casas son de madera, con tejados a dos aguas, nos impresiona la pequeña ciudad de Azrou. Seguimos el camino.
Meknes es una ciudad amurallada, y la primera gran ciudad en la que queremos alojarnos. Buscamos hotel, pero todos están llenos. Al parecer hay una feria internacional de Ganado, y es imposible encontrar alojamiento. Es de noche, y yo no tengo luz corta, tenemos que coger carretera. Pongo el faro mirando hacia el suelo, y voy siempre con la luz larga. El cansancio hace mella, llevamos cerca de 11 horas en moto. Nos perdemos, no sabemos donde estamos, al final entramos en un pueblo, hay un ¿hotel? Es sin duda un antiguo hospital, cogemos la habitación, guardamos las motos dentro de la sala de billar, al lado de la cafetería, ni siquiera las descargamos. Vamos a dormir.
Rápidamente cargamos las motos, y partimos, empieza ha hacer viento, y queremos llegar a Fes. Cogemos la pista de Efroud, al llegar buscamos un taller. En el taller hay 8 motos aparcadas, nos bajamos, y para nuestra sorpresa esas motos son de gente de Córdoba. Charlamos con ellos, del camino, las pistas, las caídas, y los problemas mecánicos. Tengo roto un reten de la horquilla, y Paco tiene problemas con la caja de cambios. Nos limpian y engrasan la cadena, y ante la imposibilidad de que nos reparen las motos esa mañana, ya que el taller tiene mucho trabajo, cogemos camino de Fes.
Empieza la odisea. El viento se vuelve insoportable, las ráfagas mueven las motos, de lado a lado de la carretera. Al llegar a la cordillera del Atlas, la temperatura baja bruscamente. Cuando el termómetro de mi moto marca 3 grados, empieza a llover con fuerza, paramos para ponernos los impermeables, y echamos a temblar ante la posibilidad de que nos nieve. Estamos cansados, llevamos mas de cinco horas luchando contra el viento, y ahora la lluvia y el frío. Al llegar a la zona mas alta de la cordillera paramos para un café, estamos congelados, decidimos intentar llegar a Meknes, que esta a solo 120 Km. Fes lo dejaremos para otro viaje. Los paisajes que vemos camino a Meknes, son increíbles, Paco me comenta que le recuerdan a Bélgica, las casas son de madera, con tejados a dos aguas, nos impresiona la pequeña ciudad de Azrou. Seguimos el camino.
Meknes es una ciudad amurallada, y la primera gran ciudad en la que queremos alojarnos. Buscamos hotel, pero todos están llenos. Al parecer hay una feria internacional de Ganado, y es imposible encontrar alojamiento. Es de noche, y yo no tengo luz corta, tenemos que coger carretera. Pongo el faro mirando hacia el suelo, y voy siempre con la luz larga. El cansancio hace mella, llevamos cerca de 11 horas en moto. Nos perdemos, no sabemos donde estamos, al final entramos en un pueblo, hay un ¿hotel? Es sin duda un antiguo hospital, cogemos la habitación, guardamos las motos dentro de la sala de billar, al lado de la cafetería, ni siquiera las descargamos. Vamos a dormir.
Hoy nos ha costado mas trabajo levantarnos. La paliza de ayer, unida a la de los demás días, hace que nos tomemos lo que queda con tranquilidad. Estamos a menos de 375 Km. de Tánger, la etapa será solo de asfalto, y no tenemos prisa para hacerlos ya que hasta mañana no tenemos que coger el ferry de vuelta.
Nos enfundamos en nuestros trajes y como todas las mañanas, después de desayunar, buscamos una gasolinera.Al poco de emprender la marcha Paco me para y me comenta que baje un poco el ritmo, definitivamente su moto tiene algo roto, el sonido que hace la cadena es horrible, y le cuesta mucho trabajo cambiar de marchas. Cruzar el norte de Marruecos a baja velocidad, hace que te de tiempo a ver, disfrutar de los pasos de las diferentes aldeas, pararnos a tomar tranquilamente té.
Esta semana de viaje a estado repleta de sensaciones, de ver como gente que no te conoce de nada, te ayudan en diferentes situaciones. De hospitabilidad, por parte de todo el mundo. De grandes momentos dentro de mi casco, cuando ante mí aparecían esos grandiosos paisajes. Hemos recorrido montañas, valles, y parte de un desierto que tiene un magnetismo especial, que hace que quieras volver a el, antes de haber ni tan siquiera salido de allí. Doy gracias a Paco, por que un buen día, mi cumpleaños creo recordar, le comente que quería hacer un viaje en moto, y el me digo, que en un par de días sabría si se podía coger unos días de vacaciones, y me acompañaría. El propuso el destino, y yo no me lo pensé dos veces. Un nuevo país que conocer, una nueva cultura, otro continente que pisar, una gran amistad. Gracias Paco.
Llegamos a Tánger al atardecer, aun nos queda tiempo para poder coger algún ferry, pero preferimos tener la cabeza fría, ya que ello supondría llegar de noche a Tarifa, y tener que conducir de noche, sin luz corta.
Buscamos alojamiento, nos damos una merecida ducha después de dos días, y salimos a dar una vuelta por la medina. Tánger no deja de ser una ciudad fronteriza, portuaria. El ambiente es muy diferente al de resto de ciudades y pueblos que hemos estado, tiene algo diferente, las miradas, el trato, los gestos. Aquí somos turistas, dinero fácil, pasto fácil de buscavidas. Hacemos las ultimas compras, los típicos regalos a la familia, buscamos donde cenar, y decidimos retirarnos a nuestro hotel. En la terraza de nuestra habitación, con vistas al mar, damos cuenta de una botella de JB, un merecido homenaje por lo vivido. Mañana, llegaremos de nuevo a nuestra Córdoba, a nuestros trabajos, a nuestra rutina. Pero siempre miraremos al sur.
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