martes, 17 de abril de 2012

Tailandia

En casa, ya ha pasado más de mes y medio desde que llegue de viaje, pero como siempre me cuesta ponerme detrás del teclado y escribir:



Los aeropuertos son fríos, todos me parecen iguales. Algunos modernos, otros mas antiguos pero todos son edificios sin interés, solo son un tramite para entrar en otro país, en otra cultura. Al salir me da una bofetada de calor y humedad, por fin he llegado a Bangkok, ya estoy en Asia. Tengo que cambiar, tengo que olvidarme de mis prejuicios europeos, y empezar a moverme.
Llegar a Khao Sam, es como estar en medio de un festival de música en occidente, todos vienen aquí, buscan la experiencia asiática, pero con las comodidades europeas. Buscamos una guest house en las calles cercanas, y nos disponemos a ver, a conocer. El primer día resulta caótico, cogemos un tuc tuc. Simplemente parece de locos, no respetan ninguna norma de circulación, o eso nos parece. Nos mueve rápidamente de un lugar a otro, visitamos algunos templos, y nos lleva a hacer compras, que no queremos. Al final desiste de sacarse una comisión a nuestra costa. Decidimos volver a la zona de Khao Sam. La tarde corre mas rápido de lo quisiéramos y pronto se hace de noche. El día a dado para mucho, y estamos cansados, no hemos dormido desde que partimos de Madrid hace ya 38 horas, aun así nos vamos a un bar donde actúa un grupo de covers, y nos bebemos unas cuantas cervezas.

Son las 8 de la mañana, nos cuesta trabajo levantarnos, pero hoy hemos planeado ver el palacio real, y unos cuantos templos. Decidimos hacerlo todo andando, es la mejor forma de conocer la ciudad. Al llegar al palacio real, nos dicen que tenemos que pasar por el ropero, ya que no podemos entrar con pantalón corto y camiseta de tirantes. Por lo menos te dejan la ropa gratis.
Pasamos la mañana sorprendidos por los templos, los cientos de budas, los murares pintados. Vamos pasando de un sitio espectacular a otro que lo es más. Las horas se pasan sin darnos cuenta, Wat Phra Kaew con su Buda de la esmeralda, Wat Pho donde esta el mayor Buda tumbado, y Wat Arun con sus escaleras.


Finalmente ponemos rumbo chinatown. La vida esta en los soi, todo se negocia, se compra y se vende. Los aromas de las especias nos llegan a saturar. Se cocina en la calle, se come en la calle, algunos duermen en la calle. Esto esta lleno de vida, de miseria, de buscavidas. Los niños juegan entre los sacos de grano, los gatos andan a sus anchas. No sabes quien es, quien esta en un negocio vendiendo o comprando. Me gusta este barrio, me gusta esta ciudad, y empiezo a enamorarme de Asia. Caótica, calurosa, húmeda, a veces maloliente otras perfumada, o se odia o se ama.

Nos levantamos con una buena resaca, no será la última vez. La cerveza es barata, hace mucho calor y las noches empiezan pronto. Hoy nos lo tomamos tranquilos. Intento quedar con Miquel silvestre que se encuentra también en Bangkok, pero por la mañana no encuentro donde conectarme, y cuando lo consigo por la tarde, estamos bastante lejos, y no quiero arriesgarme a perder el autobús que me saca de este caos en un par de horas. Bangkok es una ciudad que da para mucho mas, pero tendré que dejarlo para otro viaje.

El autobús nocturno hacia Chumphon me resulta ser mas cómodo de lo que esperaba, suerte por delante quedan siete horas, que quiero aprovechar para dormir. Llegamos a las 5 de la madrugada al embarcadero donde coger el barco para Kho Tao. Mientras esperamos para embarcar amanece, y por fin vemos las aguas claras del golfo de Tailandia.

Kho Tao es una pequeña isla que vive del submarinismo. Tan solo 20 años atrás estaba desabitada, y con la eclosión del turismo en el sudeste asiático se convirtió en un paraíso para la práctica del submarinismo. Aguas cristalinas, arrecifes de coral, gran abundancia de fauna marina a esto añade alojamientos baratos, numerosos centros de buceo, fiesta nocturna en la playa, con malabares de fuego y música child out, el sitio idóneo para que mochileros, de todos sitios vayan a esta maravillosa isla a bucear.
 Allí contactamos con Jon, un vasco que es instructor de buceo. Lleva varios meses en la isla, y coincidimos con la visita de su hermana y su novio. El buceo no se puede describir, sientes una liberta increíble debajo de agua, a pesar de que no es nuestro medio, y que dependemos de un botella de oxigeno para respirar. Todo es paz, los movimientos son lentos, el único sonido es el de tu respiración.

Después de dos maravillosos días en Kho Tao, nos movemos a Kho Phanghan. Esta isla es conocida por la Full Moon Party. Cada luna llena organizan una macro fiesta. Nosotros no buscamos esa fiesta (tampoco es luna llena). Queremos simplemente cambiar de isla, tirarnos en la playa sin hacer nada. El día se pasa entre cerveza  y siesta. Sabemos que se nos acaba el descanso, ya que mañana empezamos la segunda etapa del viaje. Por la noche salimos a dar una vuelta y nos paramos en un estudio de tatuaje. Llevamos solo mitad del viaje, pero ya hemos vivido suficiente como para llevar una marca para siempre. Nos tatuamos el símbolo del Buda en la espalda. Nos vamos de cervezas, pero nos recogemos pronto, mañana salimos a las 6 de la mañana.
Con sueño, cansados y recientemente magullados con tinta, nos ponemos en camino rumbo a Penang, Malasia. Aprovechamos el ferry para poder dormir un poco más, y al llegar a puerto cogemos el primer autobús que nos dejara en Surat Thani. Por suerte solo tenemos que esperar media hora para coger el furgón que nos dejara en la frontera.
Durante las siguiente seis horas nos regala unas vistas asombrosas, por unas carreteras medianamente buenas, que hace que me olvide de que vayamos en una lata de sardinas, donde llegamos a coger hasta 20 personas, con los cuales aprovechamos para intercambiar experiencias de este y otros viajes, hablamos de situaciones cómicas y que nos han ido pasado, y matamos el tiempo como podemos. Finalmente llegamos a George Town.

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